¿Debe ser tu primera experiencia sexual algo bonito? ¿Sangran todas las mujeres? Si te recosen el himen, ¿vuelves a ser virgen? ¿La puntita solo cuenta como pene completo? Aquí respondemos todas las dudas
En el libro más importante que ha dado la literatura española, y hablo de “La Celestina” -una obra con más guarrerío por verso cuadrado que cualquiera otra que conozca de las letras universales comprendida entre el “Satiricón” de Petronio y los primeros libertinos franceses- asistimos a la creación artística de un personaje que era crucial en las culturas antiguas: la remendadora de hímenes. En unos tiempos en los que la virginidad era el bien más preciado de una familia, porque sólo las muchachas jamás tocadas por varón eran casaderas con un buen partido que pudiera ampliar los bienes de la familia, o hacerla salir de la miseria, las brujas y alcahuetas que recomponían los virgos de las muchachas licenciosas tenían un importante rol social. Por entonces, se creía que la ausencia de himen era signo incuestionable de fornicio antes del matrimonio, así que había que hacer trampas y recoser el agujero con emplastos especialmente diseñados para engañar a padres y suegros crédulos. Incluso estas celestinas de antaño sabían cómo simular la pérdida de sangre, uno de los indicadores más fiables de que la doncella estaba como en la canción de Madonna, “touched for the very fist time”.
Eran otros tiempos. Hoy, sobre la virginidad (tanto femenina como masculina) sabemos muchas más cosas, y algunos mitos del pasado, que con tanto celo conservan comunidades como la gitana, ya nos parecen irreales y desproporcionados. Porque resulta que una de las cosas más sobrevaloradas que nos hemos encontrado a medida que la rigidez de la movilidad social se iba difuminando y se imponían las costumbres laxas de los tiempos modernos, ya no tan regulados por la religión, es la virginidad. Se suponía que perder la virginidad era el gran rito de paso de la vida infantil a la adulta, pero no es así: en realidad tiene poco misterio, poca excitación y poca mística. Así lo ha querido recoger Therese Shechter, una realizadora que acaba de componer un documental llamado “How to Lose your Virginity” y que consiste en entrevistas con personas que confiesan cómo fue su primera vez. Y resulta que aquello que creíamos que tenía que ser, casi nunca es. Y con ello, se desmontan una serie de mitos.
Mito 1: las vírgenes atraen a los unicornios
Esto se creía en la Edad Media. Los unicornios eran seres que se creían reales, pero muy escurridizos. La única manera de conseguir que se detuvieran y se calmaran era ante la presencia de una virgen, porque la pureza atraía a la pureza como un imán. Así que para cazar un unicornio vivo, era tan sencillo como utilizar una doncella casta a modo de cebo, del mismo modo en que utilizamos atunes para cazar tiburones. El problema es que los unicornios no venían nunca, razón por la cual muchas vírgenes verdaderas quedaron deshonradas (hasta que se descubrió que los unicornios no existen realmente, o que eran una sublimación fantasiosa de un animal real que conocemos como ‘rinoceronte’, y que en efecto vivía en tierras lejas de África y Asia, allí donde se creía que estaban las tierras del Preste Juan).
Mito 2: el himen se rompe al tener sexo por primera vez
Esto es cierto casi siempre, pero no es una verdad científica. Muchas chicas han sido acusadas en falso de haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio porque no tenían himen, pero el himen no siempre está ahí desde el inicio (un pequeño porcentaje de niñas nacen sin él), o se puede romper y rasgar de manera accidental, por ejemplo tras una caída al montar en bicicleta. También hay casos de hímenes extremadamente resistentes que no terminan de desaparecer hasta pasados varios encuentros sexuales. Así que tenemos vírgenes sin himen, y folladoras experimentadas con restos de himen. Nunca te puedes fiar de la estadística al 100%.
Mito 3: se sangra después de la primera vez
Bien, esto suele ocurrir: el himen es una membrana elástica y resistente que se debe romper si se quiere mantener una relación sexual; romper la virginidad es un acto de violencia invasiva y esa rotura conlleva una herida la mayoría de las veces. De ahí que se dé por hecho que el simple acto de sangrar es argumento inapelable de virginidad. Pero como ya hemos visto, no todos los hímenes son igual de fuertes, y hay documentados muchos casos de chicas que, sencillamente, no sangran. Así que no hay que darlo como una verdad absoluta.
Mito 4: en la primera vez no te puedes quedar embarazada
¡Mentira! Si hay penetración y eyaculación y la mujer es fértil, el embarazo es posible. Da igual si es la primera vez o la segunda, el cuerpo no entiende de oportunidades o de ‘vidas’ al estilo de un videojuego. En esta competición atlética, en la primera partida puedes batir todos los récords y obtener trillizos si la cosa sale mal.
Mito 5: la primera vez debe ser especial
Para algunos chicos y chicas, en efecto, la primera vez es especial. Supongo que todos la recordamos, sin excepción. Por ejemplo, mi primera vez fue con Marlene, una chica de madre francesa que venía al instituto, pero en la clase de enfrente (yo era del grupo B y ella del grupo A). Pero para los viajes de fin de curso íbamos todos a la vez. Esta chica tenía fama de liberada y en el autocar camino de Roma me cayó cerca, hubo un diálogo breve que se fue intensificando, y finalmente lo hicimos en el hotel mientras el resto de la clase se iba a visitar el Coliseo, aprovechando unas falsas fiebres que nos inventamos. No entiendo cómo nos pudieron dejar solos, pero lo hicieron. Y bien, lo recuerdo porque estuvo bien, pero tampoco me cambió la vida. Así que no tiene por qué ser especial. Las mejores veces siempre son las que llegan más tarde, con la experiencia.
Mito 6: la virginidad es recuperable
Aunque venga una cosedora de hímenes, o un cirujano plástico, a recomponer el tejido perdido, la virginidad no es algo que se determine por materiales o medidas. Es algo que sucede: se pierde cuando hay sexo por primera vez. Y tanto vale si se ha metido la puntita como se ha llegado hasta el fondo: es como cruzar una puerta o cuando se marca gol, que si ha entrado la parte necesaria del balón o del cuerpo, ya no hay vuelta atrás. Otra cosa es que nos equivoquemos de agujero, con lo cual ya estaríamos en el terreno de la doble virginidad, la de perderla por delante o por detrás, algo para lo cual sólo necesitamos tiempo y algo de vicio, y sobre todo repasar aquella mítica película porno ochentera, “Dos Veces Virgen”, que una vez encontré en el cajón de la mesita de noche de los padres de un amigo del colegio, y que me dio grandes tardes de solaz adolescente.
Eran otros tiempos. Hoy, sobre la virginidad (tanto femenina como masculina) sabemos muchas más cosas, y algunos mitos del pasado, que con tanto celo conservan comunidades como la gitana, ya nos parecen irreales y desproporcionados. Porque resulta que una de las cosas más sobrevaloradas que nos hemos encontrado a medida que la rigidez de la movilidad social se iba difuminando y se imponían las costumbres laxas de los tiempos modernos, ya no tan regulados por la religión, es la virginidad. Se suponía que perder la virginidad era el gran rito de paso de la vida infantil a la adulta, pero no es así: en realidad tiene poco misterio, poca excitación y poca mística. Así lo ha querido recoger Therese Shechter, una realizadora que acaba de componer un documental llamado “How to Lose your Virginity” y que consiste en entrevistas con personas que confiesan cómo fue su primera vez. Y resulta que aquello que creíamos que tenía que ser, casi nunca es. Y con ello, se desmontan una serie de mitos.
Mito 1: las vírgenes atraen a los unicornios
Esto se creía en la Edad Media. Los unicornios eran seres que se creían reales, pero muy escurridizos. La única manera de conseguir que se detuvieran y se calmaran era ante la presencia de una virgen, porque la pureza atraía a la pureza como un imán. Así que para cazar un unicornio vivo, era tan sencillo como utilizar una doncella casta a modo de cebo, del mismo modo en que utilizamos atunes para cazar tiburones. El problema es que los unicornios no venían nunca, razón por la cual muchas vírgenes verdaderas quedaron deshonradas (hasta que se descubrió que los unicornios no existen realmente, o que eran una sublimación fantasiosa de un animal real que conocemos como ‘rinoceronte’, y que en efecto vivía en tierras lejas de África y Asia, allí donde se creía que estaban las tierras del Preste Juan).
Mito 2: el himen se rompe al tener sexo por primera vez
Esto es cierto casi siempre, pero no es una verdad científica. Muchas chicas han sido acusadas en falso de haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio porque no tenían himen, pero el himen no siempre está ahí desde el inicio (un pequeño porcentaje de niñas nacen sin él), o se puede romper y rasgar de manera accidental, por ejemplo tras una caída al montar en bicicleta. También hay casos de hímenes extremadamente resistentes que no terminan de desaparecer hasta pasados varios encuentros sexuales. Así que tenemos vírgenes sin himen, y folladoras experimentadas con restos de himen. Nunca te puedes fiar de la estadística al 100%.
Mito 3: se sangra después de la primera vez
Bien, esto suele ocurrir: el himen es una membrana elástica y resistente que se debe romper si se quiere mantener una relación sexual; romper la virginidad es un acto de violencia invasiva y esa rotura conlleva una herida la mayoría de las veces. De ahí que se dé por hecho que el simple acto de sangrar es argumento inapelable de virginidad. Pero como ya hemos visto, no todos los hímenes son igual de fuertes, y hay documentados muchos casos de chicas que, sencillamente, no sangran. Así que no hay que darlo como una verdad absoluta.
Mito 4: en la primera vez no te puedes quedar embarazada
¡Mentira! Si hay penetración y eyaculación y la mujer es fértil, el embarazo es posible. Da igual si es la primera vez o la segunda, el cuerpo no entiende de oportunidades o de ‘vidas’ al estilo de un videojuego. En esta competición atlética, en la primera partida puedes batir todos los récords y obtener trillizos si la cosa sale mal.
Mito 5: la primera vez debe ser especial
Para algunos chicos y chicas, en efecto, la primera vez es especial. Supongo que todos la recordamos, sin excepción. Por ejemplo, mi primera vez fue con Marlene, una chica de madre francesa que venía al instituto, pero en la clase de enfrente (yo era del grupo B y ella del grupo A). Pero para los viajes de fin de curso íbamos todos a la vez. Esta chica tenía fama de liberada y en el autocar camino de Roma me cayó cerca, hubo un diálogo breve que se fue intensificando, y finalmente lo hicimos en el hotel mientras el resto de la clase se iba a visitar el Coliseo, aprovechando unas falsas fiebres que nos inventamos. No entiendo cómo nos pudieron dejar solos, pero lo hicieron. Y bien, lo recuerdo porque estuvo bien, pero tampoco me cambió la vida. Así que no tiene por qué ser especial. Las mejores veces siempre son las que llegan más tarde, con la experiencia.
Mito 6: la virginidad es recuperable
Aunque venga una cosedora de hímenes, o un cirujano plástico, a recomponer el tejido perdido, la virginidad no es algo que se determine por materiales o medidas. Es algo que sucede: se pierde cuando hay sexo por primera vez. Y tanto vale si se ha metido la puntita como se ha llegado hasta el fondo: es como cruzar una puerta o cuando se marca gol, que si ha entrado la parte necesaria del balón o del cuerpo, ya no hay vuelta atrás. Otra cosa es que nos equivoquemos de agujero, con lo cual ya estaríamos en el terreno de la doble virginidad, la de perderla por delante o por detrás, algo para lo cual sólo necesitamos tiempo y algo de vicio, y sobre todo repasar aquella mítica película porno ochentera, “Dos Veces Virgen”, que una vez encontré en el cajón de la mesita de noche de los padres de un amigo del colegio, y que me dio grandes tardes de solaz adolescente.