La celebritie, que dio a luz a Saint el pasado día 5, ha decidido comerse la placenta en la que vivió su bebé durante los nueve meses de embarazo. La esposa de Kanye West ha mandado secarla y encapsularla, un proceso que cuesta unos 300 euros.
No es la primera famosa que decide hacerlo pero no por ello deja de resultar extraño y hasta desagradable. Kim Kardashian ha decidido seguir el ejemplo de otras famosas como Jennifer Lopez o Katie Holmes y comerse la placenta de su hijo Saint, que nació el pasado día 5. Para ello, la esposa de Kanye West ha ordenado que la sequen y la encapsulen, un método que cuesta alrededor de 300 euros.
La corriente, que se ha puesto de moda entre las famosas, se llama Placentofagia, se ha extendido en apenas cuatro años: "La creciente popularidad de este fenómeno tiene que ver con la creencia de que consumir la placenta puede ofrecer a la nueva madre beneficios para su salud, a pesar de que no existen estudios científicos que respalden estas afirmaciones", señala Manny Álvarez, presidente del departamento de Ginecología y Obstetricia y Ciencia Reproductiva en el centro médico de la Universidad Hackensack de Nueva Jersey.
Las empresas dedicadas a encapsular la placenta aseguran que comerla aporta a la madre un extra de energía y nutrientes naturales, le ayuda a 'fabricar' una leche de mayor calidad y evita la depresión post-parto.