¿Quién no ha tenido una noche loca donde los chupitos corrían de aquí a allá y luego ha deseado la destrucción de su propio organismo? Aquí os dejo siete cosas que decimos después de salir de fiesta:
“Me quiero morir”
Ese momento en el que abres los ojos después de haber dormido unas cuantas horas y tienes los ojos inyectados en sangre con el pelo lleno de nudos. Te despiertas como si te estuvieran taladrando la cabeza y te miras al espejo. Ahí es cuando podrías pasar perfectamente por un personaje de The Walking Dead.
“Tampoco bebí tanto”
Esto pasa cuando tu madre te ve arrastrándote por el suelo intentando ir a la cocina para hacer acto de presencia mientras todos comen y tú lo único que quieres es perder el conocimiento. Un comentario con el que intentas convencer a tu madre de que lo “poco” que bebiste te ha sentado mal y de ahí que parezcas un despojo humano. Porque al fin y al cabo, los chupitos de tequila, el ron con cola y el vodka con limón no fue para tanto.
“¿Tengo boca o un estropajo?”
No hablemos cuando tu lengua parece que esté muerta y tus labios estén más secos que la mojama que parece que te los hayan succionado con la aspiradora mientras dormías. Y no, por mucha agua que bebas esa sensación no se va.
“No voy a beber nunca más”
La mentira más grande de todo el universo la dices un día después de fiesta. Ese juramento en el que te falta tener la Biblia entre las manos para jurar y perjurar que no vas a beber nunca más. Luego añades “hasta el fide que viene” y todos los astros se vuelven a alinear.
“Me estoy haciendo mayor”
Acéptalo, el que aguantes cada vez menos tiene un nombre: EDAD. Ya no tienes dieciséis años; aquella época en la que bebías y bebías y tu cuerpo aguantaba todo lo que le echabas y al día siguiente, seguías teniendo el hígado listo para seguir bebiendo. Pero los años pasan y tú te haces cada vez más mayor, y lo que eran borracheras de adolescente se vuelven en “qué piripi me he puesto con esta copa”.
“¿Qué hice ayer?”
Ese momento en el que te adecentas un poco para parecer medio normal y te vienen flashes de la noche anterior. Y cada flash que te viene, más quieres que la tierra se abra y te trague sin dejar rastro de tu existencia. Pero lo peor es cuando tú no te acuerdas de algo, pero ahí están tus amigos -si se les puede llamar amigos- para recordarlo una y otra vez por el grupo de whatsapp. Y tranquilo, que aunque pasen los años será un tema tratado cuando vayáis a por unas cañas. Porque eso es lo que hacen los amigos…
“¿Si bebo más se me pasará este resacón?”
Al final llegas a la conclusión de que después de tres ibuprofenos y quinientos vasos de agua, lo mejor que puedes hacer es aprovechar ese domingo resacoso para irte de cañas con los colegas. No porque quieras beber por voluntad propia, sino porque si las agujetas se pasan con más ejercicio… Pues la resaca… ¡con más alcohol!
No eres tú, ¡es la ciencia!